La semana pasada surgió este tema en redes sociales. Alguien publicaba esta foto que te pongo aquí debajo, indignada, diciendo que cómo el caldo de pollo podía tener un 95% de jamón y un 0.45% de pollo. Además, decían que cómo puede tener tan poca cantidad de pollo y venderlo como caldo de pollo.
Te reconozco que no soy de meterme en polémicas o ir a publicaciones ajenas a dar mi opinión cuando no me la han pedido, pero en este caso me arriesgué a ayudar a que comprendiera que lo que decía era erróneo.
Y les expliqué cómo funciona. Y pensé que seguro que es de utilidad para mucha gente contar esto.

En las etiquetas los ingredientes están ordenados de mayor a menor proporción, con lo que en un caldo, lo natural es que el ingrediente con mayor proporción sea el agua. Imagina cómo de saludable es un producto cuyo primer o segundo ingrediente es el azúcar.
Después vienen las verduras (6%), algunos ingredientes más y después el pollo (0.45%) y el jamón. La proporción de ingredientes que vienen dentro de un paréntesis hace referencia al ingrediente que está nombrado antes del paréntesis, por lo que el jamón no es un 95% de la receta, sino el ingrediente llamado jamón es un 95% jamón y un 5% sal y antioxidante. Cambia mucho el tema, ¿verdad?
Otra cosa es poder valorar si un 0.45% de la receta es suficiente o no para que lo llamen caldo de pollo o si nos están tomando el pelo. Parece un número muy bajo, pero teniendo en cuenta que el ingrediente que más contiene (después del agua) son las verduras y suponen un 6% de la receta, el porcentaje no puede ser muy alto.
No tengo la respuesta, imagino el caldo que yo hago, que lleva huesos diferentes y algunas verduras, y sí pongo más verduras que huesos, pero es imposible valorar si es un porcentaje similar a éste.
Pero lo que yo venía a contarte es cómo entender el etiquetado de los productos.
Y la mejor manera de no tener que preocuparte mucho por entender el etiquetado muy a fondo (hay mucho tema con ingredientes ocultos bajo otros nombres) es comprar lo mínimo con etiquetado y elaborar tus comidas con materia prima: proteína animal sin procesar, verduras, frutas…
Créeme, no es tan difícil como parece. Estamos muy acostumbrados a tirar de lo fácil, de lo procesado. Pero diría que es más un problema de cambios de creencias que de dificultad real en el día a día.
Y, además, ahorras en la compra del supermercado.
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